5 leyendas cortas del estado de Jalisco

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Con la finalidad de preservar las narraciones históricas en cada región de Jalisco, la Secretaría de Cultura de Jalisco realizó un libro donde recopiló las leyendas más tradicionales de los 125 municipios.

El volumen llamado ‘Leyendas y personajes populares de Jalisco’ es una muestra del temperamento e ingenio de su población, el pueblo jalisciense tiene arraigadas tradiciones, de modos de ser, de costumbres, que han conformado a lo largo de los tiempos, elementos culturales que han contribuido a forjar los símbolos de la identidad nacional. La fortaleza de las culturas populares e indígenas de los jaliscienses ha trascendido los siglos y sigue siendo sustento importantes de la mexicanidad.
 
Algunos de los fragmentos de las leyendas más significativas de Jalisco puede leerlas en Un1ón Jalisco:
 
  • ‘La leyenda del Teatro Degollado’

Guadalajara es considerada la “Perla de Occidente” por su esplendor, pero todo esto se puede perder de acuerdo con una profecía que está relacionada con el Teatro Degollado.

“La leyenda cuenta que cuando el águila caiga o suelte la cadena el Teatro colapsará y comenzará la ruina de Guadalajara”, refirió Samuel Gómez Luna, investigador de Cultura.

La cadena que descansa en la parte superior del escenario, tiene un peso aproximado de 70 kilos. Los afortunados que la han visto de cerca aseguran que la sensación es indiscriptible por su belleza y fuerza.

Las historias relacionadas con personas del más allá son las más populares del terriotorio; una de ellas es:

  • EL HOMBRE QUE NO RESPETÓ EL DÍA DE DIFUNTOS

En cierta ocasión, un hombre no respetó el día de difuntos.

Se trataba de un hombre que no quería perder un solo día de trabajo en su parcela. Así que cuando llegó la fecha de celebrar el día de muertos se dijo:

“No voy a perder mi tiempo en este día, debo ir a trabajar a mi parcela, cada día debo buscar algo para comer y no voy a gastar mi dinero para esta fiesta, que además me quita mucho tiempo.”

Así que se fue a trabajar al campo, pero cuando estaba más ocupado escuchó una voz que salió del monte y le decía: “Hijo, hijo, quiero comer unos tamales (kuatzam).”

El hombre se quedó muy sorprendido y pensó que era su imaginación la que le hacía oír cosas, pero poco después escuchó claramente otras voces, como de personas que

conversaban entre sí y lo llamaban por su nombre; reflexionó sobre lo que estaba sucediendo y comprendió que eran voces de su padre y familiares difuntos que clamaban por las ofrendas que les había negado.

Inmediatamente dejó su trabajo y regresó corriendo a su casa; ahí le dijo a su mujer que matara unos guajolotes e hiciera unos tamales para ofrendarlos a sus difuntos en el altar familiar.

Mientras la mujer trabajaba sin cesar en la cocina preparando las ofrendas, el hombre se acostó a descansar por un rato. Cuando todo quedó listo fue la mujer a despertar a su esposo. No logró despertarlo, pues el hombre estaba muerto; aunque había cumplido con lo que pedían sus familiares difuntos, estos de todos modos se lo llevaron.

Es por eso que en la Huasteca se cree que es una obligación preparar ofrenda para los difuntos; de esta forma se les complace y se comparte junto con ellos la alegría que se vive en familia.

Por eso nunca se debe dejar de ofrendar a los muertos el 2 de noviembre; se prenden cohetes y bombas para que su ruido espante al demonio; también se encienden velas para que iluminen el camino al difunto. Si a éste le gustaba mucho el aguardiente, por ejemplo, se le debe comprar y poner en el altar para que lo tome.

Estos ritos son obligatorios, porque si no se celebran es muy posible que los muertos se lleven al dueño de la casa.

  • ‘Los Gigantes de Tala’

Esta historia de Tala tiene su origen en la Nueva España, al parecer cuando Jalisco era conocido como ‘Nueva Galicia’ se mencionó  que hubo gigantes en ella después del diluvio.

Los historiadores de la época refieren que siendo de edad de veinte años, cincuenta antes que los españoles entrasen en la Nueva España, aparecieron en los valles de Tala hasta treinta hombres, que en la lengua mexicana llamaban quinametin, que quiere decir gigantes. Veintisiete eran varones y tres mujeres, y eran sus cuerpos de a treinta y cinco pies, según la medida que hizo el padre Villaseca, escultor famoso, cuando desenterraron sus cuerpos. Llegados que fueron a las poblaciones de Tala, hicieron alto en las ciénegas que hoy llaman Los Cuisillos, haciendas que son de don Zeledón (Celedonio) de Apodaca; vivían en el campo como bestias, excepto en tiempo de aguas, que tenían unas chozas para poder dormir y abrigarse acostados. Eran haraganes y glotones, y con su ferocidad sujetaban a los indios de aquel valle y les obligaron a que les sustentasen.

Con tan espantosos huéspedes, los indios fueron despoblando sus pueblos y retirándose a otras provincias, y como los gigantes se vieron solos y de suyo eran haraganes y comedores, fueron desfalleciendo y murieron veintiséis, y los unos a los otros se enterraban y cubrían los cuerpos de cal.

Los gigantes que quedaron seguían aprovechándose de los indios, por lo que cansados de los abusos  juntaron más de veinte mil indios y fueron al Valle de Atemajac, donde los hallaron paciendo yerbas y raíces y los mataron; y a la fama de esta victoria acudieron infinitas gentes, y a pesar de estar los gigantes muertos, no se atrevían a acercarse a ellos. Los indios hicieron unos terraplenes altos y argamasados y en ellos los sepultaron, dejando en medio una concavidad, por donde los que iban a la guerra metían la mano derecha y velaban una noche las armas, y con esta diligencia quedaban armados caballeros para la milicia. Y fue refrán en aquellas provincias hasta el tiempo de nuestros españoles, que para atemorizar los indios e indias a sus hijuelos, les decían quinametin, al modo que los españoles suelen decir a los suyos, cuando lloran, mira el coco.

  • ‘La Bruja Mochis’

Esta historia nace en Tlajomulco de Zúñiga; menciona que esta bruja habita en las profundidades del Lago de Cajititlán, abrumando el trabajo de los pescadores, pues les rasga sus redes, cargándoselas de piedras en los lances más productivos. Ya se las atora en los troncos sumergidos, ya se las hace perdedizas entre los tulares, con un afán incansable de travesuras. Los pescadores, para calmar sus iras y las de otras divinidades que estaban en el fondo del lago, arrojaban como ofrendas objetos y figurillas de piedra y cerámica

  • La Malinche’

Afirman que doña Marina,  la intérprete de Hernán Cortés, era oriunda de Jalisco y más aún, de un punto llamado Huilotán, que está fincado en el hoy municipio de Zapopan, Jalisco.

En el número 80 de la Revista Iris, que el señor don Pedro Velarde publicó en Zapopan en 1930 con el título de «Zapopan y la Historia», se publicó este párrafo, «¿La Malinche fue Tzapopanteca?» El referido señor Velarde resuelve este punto así: Durante los días que precedieron al c enso de habitantes de este municipio, practicado el día quince de mayo del corriente año, tuve oportunidad de entrevistar a algunos indígenas que vinieron de los más apartados rincones a traer a esta villa los datos de sus jurisdicciones. Uno de ellos, que me dijo tener noventa y cuatro años de edad, llamó especialmente mi atención por su lucidez al referirse a las distintas guerras en que tomó parte. Era originario de la hacienda de San Lorenzo, ubicada en la región noroeste del municipio.

En la Crónica de Gómara se dice que al preguntar Cortés a la Malinche el lugar de su nacimiento, ella dijo ser de Xalisco, de un punto llamado Huilotán, (lugar de palomas) donde su padre era señor de grandes tierras. Esta misma afirmación hace Herrera. Bustamante afirma que en Acayucan, Veracruz. También se decía que doña Marina nació en Jaltipan, aquella provincia donde existe un túmulo de tierra de unos cuarenta pies de altura por cien de diámetro, en Tabasco, construido en honor de la Malinche, que era nativa de este pueblo. Clavijero, y con él otras muchas autoridades en la materia, encuentran inverosímil que Doña Marina hubiera ido a dar a Tabasco desde una provincia tan lejana como Xalisco. El padre Tello, reconocido como el más autorizado para escribir la historia de Jalisco, asienta en que era de esta tierra. García Icazbalceta asegura no haber en Jalisco ningún punto llamado Huilotán. ¿Será este Huilotán la tierra de aquella mujer que desempeñó un papel tan importante en la conquista de México al lado de Cortés? En el municipio de Zapopan hay un Huilotán, y corre además la tradición de que este lugar fue el feudo de un gran señor que tenía una hermosa hija, señas que corresponden a que doña Marina, en realidad, fuera Tzapopanteca. En cuanto a que cómo hubiera ido a dar a Tabasco desde Xalisco, teniendo que recorrer millares de leguas, los cronistas se encargan de contestarlo diciendo que fue vendida o robada por unos mercaderes indios que la llevaron hasta el lugar donde la Malinche encontró a Cortés. Otros creen que la Malinche, al morir su padre, emprendió la marcha acompañada de su madre y su hermano rumbo a Tabasco, donde tenía parientes poderosos, y citan el pasaje siguiente: «Al pasar Cortés por ZAPOPAN 215 Guazacualco, hizo convocar a todos los caciques de la comarca, y entre ellos vinieron la madre y el hermano de doña Marina». Sea de esto lo que fuere, La Malinche, rica y poderosa, se casó con Juan de Jaramillo, después de tener un hijo con el c onquistador, el célebre Hernán Cortés, y murió en México, según don Carlos Siguenza y Góngora, en el palacete donde después se construyó el convento de Jesús María, probablemente por el año de 1528. 

VER:

¿Qué es una leyenda y cuáles son sus características?

Leyendas de Día de Muertos

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