¿Quién fue Gustavo Díaz Ordaz?

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Nacido en el municipio poblano de Chalchicomula de Sesma, hoy Ciudad Serdán el 12 de marzo de 1911, Gustavo Díaz Ordaz, fue un político mexicano que desempeñó varios cargos públicos en Puebla antes de entrar a formar parte del Congreso Nacional, primero como diputado (1943-1946) y después como senador (1946-1952).


Sus padres, personas de clase media se trasladaron a Oaxaca donde el niño Gustavo hizo estudios primarios con buen aprovechamiento y muy buena conducta.


Gustavo Díaz Ordaz perteneció a una familia tradicional poblana con extensas ramificaciones en Oaxaca y descendientes que habían figurado en la vida del país prácticamente desde la colonia. El origen de ella se atribuye a Diego de Ordaz, el capitán del ejército de Hernán Cortés, enemistado con el conquistador de la nueva España en la campaña de Tlaxcala. Diego de Ordaz fue obligado por Cortés a acometer la empresa suicida de ascender al volcán Popocatépetl, de la que salió ileso para asombro de sus compañeros de armas.


La familia enfrentó problemas económicos por haber perdido gran parte de sus propiedades. Díaz Ordaz realizó sus estudios básicos en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, pero la falta de empleo e ingresos llevó a su familia a emigrar a la ciudad de Puebla. En algún momento buscó integrarse al Ejército, pero la carencia de dinero le impidió pagar la cuota exigida para ingresar. Y aunque no tenía lo suficiente para comprar sus libros, siempre buscó la manera de estudiar. 


Cerca de la mayoría de edad, Gustavo estudió la licenciatura en Derecho en la Universidad de Puebla y luego de un par de años, en 1937, se graduó como abogado, profesión que ejerció por un tiempo hasta que Maximino Ávila Camacho, gobernador de Puebla y hermano del presidente Manuel Ávila Camacho, lo apadrinara.


A partir de su designación, primero como Oficial de Justicia y Juez del municipio Tecamachalco, y luego como Presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje de Puebla, la carrera política de Díaz Ordaz, comenzó a llamar la atención de figuras políticas de la época.


Al poco tiempo, se convirtió en magistrado del Tribunal Superior de Puebla. Su voz, y su manera de hablar lacónico al momento de dirigirse al público, le ganaron cierta popularidad entre los poblanos, y le crearon la fama de ser “sobrio”, “preciso” y de ser una persona siempre apegada a la disciplina y, tal vez, a la obstinación.


En noviembre de 1963 fue postulado candidato a la Presidencia de la República por el PRI y el 8 de septiembre de 1964 el Congreso de la Unión la declaró Presidente electo para el periodo de 1964-1970.


Durante su sexenio, continuó con la política económica conocida como desarrollo estabilizador y tuvo que enfrentar una serie de conflictos sociales que estallaron bajo su administración: movimiento médico (1964-1965); movimiento estudiantil en Morelia (1966); guerrilla guerrerense (1967) y el movimiento estudiantil nacional (1968) que culminó con la célebre matanza del 2 de octubre. 


Al movimiento de los médicos que exigían mejores sueldos, lo recibió con despidos masivos y cuando estos se resistieron, usó granaderos para desalojarlos del Hospital 20 de Noviembre.


La represión de los médicos no solo mostró que Díaz Ordaz no atendería las necesidades de los diferentes grupos que componían la sociedad mexicana, sino que demostró que este personaje no temería en usar a la Fuerza Pública para destruir cualquier conato de lo que él calificaría como “insurrección comunista”.


El 2 de octubre de 1968 fue el punto álgido de una de las décadas más convulsionadas de México y el mundo. Díaz Ordaz, incapaz de entender lo que pasaba con el movimiento estudiantil que desde el 22 de julio había ido evolucionando, lo calificaría como “un sabotaje del comunismo internacional hacia los Juegos Olímpicos próximos a celebrarse”, y, por lo tanto, hizo uso del Ejército y la Policía para organizar una de las masacres de estudiantes más atroces en la historia de México.


Al año siguiente, durante su penúltimo informe de gobierno, Díaz Ordaz, asumió la responsabilidad de lo sucedido en octubre de 1968, pero sin remordimiento ni culpa alguna, todo lo contrario, le llenaría de satisfacción haber terminado de esa manera con las vidas de los estudiantes mexicanos.


A partir de entonces, su administración quedaría marcada por la forma en la que abordó las inquietudes de un sector de la sociedad que exigía un cambio, uno muy sencillo y muy básico: la democratización de la vida política mexicana y la liberación de los presos políticos perseguidos tan fieramente por un gobierno que prefería reprimir a atender las necesidades del pueblo de México.

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